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Teslablog #22 - 2012-10-20T00:00:00

Si hay un capítulo extraño dentro del testamento en VHS hallado en la habitación 3327 del Hotel New Yorker sin duda alguna es este.

En lo referente a este video, el desconcierto entre los analistas ha sido siempre total: ¿Nikola Tesla inventor de la máquina del tiempo? Es cierto que las capacidades creadoras de este ingeniero universal han asombrado desde siempre a propios y extraños (la corriente alterna, los sistemas teledirigidos, el avión de despegue vertical, la radio, etc.) pero de ahí a que terminara inventando un ingenio para viajar en el tiempo va todo un salto... temporal.

Pero aquí no acaba la cascada de interrogantes que siempre ha generado este alucinado teslablog: ¿existe alguna relación entre la capacidad de viajar en el tiempo de Tesla y la cinta VHS? ¿son estos viajes la explicación a sus prodigiosas capacidades visionarias? ¿por qué un famoso dulce para niños con forma de huevo es el elemento esencial para viajar en el tiempo? ¿de qué futuro procede el Tesla viajero cuando se supone que el inventor murió en ese mismo año? ¿por qué nunca se ve la dichosa máquina del tiempo? Pero, sobre todo, ¿por qué diablos no se parecen absolutamente en nada el Tesla del futuro y el Tesla del presente de 1943?

 

¿Qué le ocurrió a Tesla en el futuro para decidir vestir con pajarita? ref.NewYorker3327-1943.22.534.738a.

 

Viajes en el Tiempo: ¿desnudo o vestido?

 

Dejando de lado la mayoría de estas inquietantes preguntas para los quebraderos de cabeza del resto de analistas, nosotros vamos a centrarnos solo en intentar responder un par de ellas: ¿es científicamente posible viajar en el tiempo? y, lo que es más inquietante, ¿se podría hacer vestido o no habría más remedio que hacerlo desnudo como todos los Terminators de la saga iniciada por James Cameron en 1984?

Desgraciadamente, para esta segunda pregunta no hay aún contestación, pero sí en cambio para la primera. Y la respuesta es afirmativa: en principio sí se podría viajar en el tiempo. Y decimos “en principio” porque, aunque nadie –con permiso de Nikola Tesla- ha construido todavía una máquina del tiempo como la de H.G. Wells, o como el maravilloso DeLorean de “Regreso al futuro”, sobre el papel existen los fundamentos teóricos para poder hacerlo.

 

¿Rod Taylor pensando en Nikola Tesla?. ref.NewYorker3327-1960.22.334.738a.

 

El culpable de esta rotunda afirmación es Albert Einstein. Curiosamente, Tesla repudiaba su teoría de la Relatividad, pero tras este videoblog parece lógico sospechar que este rechazo escondía una tapadera urdida por el propio serbocroata para ocultar su creación. Pero esto solo es una teoría.

En cualquier caso, el físico alemán revolucionó nuestro concepto sobre el espacio y el tiempo con su teoría de la Relatividad. Estos dejaron de ser el escenario absoluto e inmutable en el que acontecían nuestras vidas para convertirse en unos actores más, modificables según las circunstancias. En contra del sentido común, Einstein demostró que el tiempo transcurre mucho más lentamente para un observador que se esté desplazando a una velocidad cercana a la de la luz que para un observador en reposo, y el mismo efecto se produce si el observador está próximo a un intenso campo gravitatorio.

Es un fenómeno conocido como dilatación temporal y ha sido demostrado experimentalmente hasta la saciedad empleando relojes atómicos muy precisos. Lo increíble es que esto abre una puerta para viajar al futuro.

 

Carta de Albert Einstein felicitando a Nikola Tesla ¿algo más que un respeto mutuo? ref.NewYorker3327-1931.22.34.78c.

 

Un montón de monos parlanchines

 

Imaginen que son Charlton Heston en el Planeta de los Simios y que en su viaje espacial han alcanzado una velocidad cercana a la de la luz, o que han pasado tiempo sometidos a la intensa gravedad de una estrella u otro cuerpo compacto. Debido a esto, sus segundos, sus minutos, sus años, han transcurrido (sin que lo percibieran) mucho más lentamente que los terrestres.

Lo que para ustedes han sido unos pocos años, para la sociedad en la Tierra han sido miles, los suficientes como para que, al regresar, se encuentren con que lo único que queda de esta es un montón de simios parlanchines. Es decir, habrían hecho un viaje al futuro de la Tierra. Como la maniquí que observa el protagonista de “El tiempo en sus manos”, la vida terrestre habría pasado para ustedes a cámara rápida.

Esto no es ciencia ficción: de hecho, cuando cogemos un avión, viajamos unos pocos nanosegundos en el futuro respecto a los que se quedan en tierra, una cantidad que desgraciadamente no da como para conocer la próxima combinación de la bonoloto, es cierto.

 

Con más de 748 días girando alrededor de la Tierra a veintisiete mil kilómetros por hora, el cosmonauta ruso Sergei Avdeyev (derecha) ha viajado dos centésimas de segundo en el futuro. ref.NewYorker3327-1985.22.34.78a.

 

Además, en este caso tendríamos una pequeña pega a la hora de regresar al presente para echar los números ganadores en el quiosco: mientras el viaje al futuro no presenta problemas conceptuales, las leyes de la Física no se muestran tan complacientes a la hora de plantear un viaje al pasado.

¿Peligra, entonces, la base científica del continuo trasiego de Terminators al pasado para cargarse al pobre John Connor? Pues no del todo, y curiosamente gracias a una novela llamada “Contact”.

 

La ciencia supera a la ficción

 

En 1985, Carl Sagan pasaba por un apuro para finalizar su famosa novela. Necesitaba un medio de transporte que permitiera trasladar a la protagonista (la futura Jodie Foster) de la Tierra a la estrella Vega en pocos segundos, y sin que fuera un desbarre desde el punto de vista científico -al fin y al cabo era Carl Sagan-.

 

A ver, Carl Sagan, ¿me dices cómo hago para viajar a Vega y volver para la hora de la cena? ref.NewYorker3327-1985.22.345.118a.

 

Ni corto ni perezoso, llamó a su amigo y experto en Relatividad, Kip Thorne, que recogió con entusiasmo el envite. Thorne desarrolló una posible solución (ya conocida) de las ecuaciones de Einstein: un agujero de gusano, una especie de eurotúnel a lo bestia que podría, a modo de atajo, conectar diferentes puntos del espacio, y así sacar del atolladero a Sagan. Pero además Thorne se percató de que, en determinadas condiciones, un agujero de gusano serviría también de túnel del tiempo, tanto hacia el futuro como hacia el pasado, pero con dos importantes exigencias: la primera es que para mantener el agujero de gusano lo suficientemente estable como para viajar a través de él necesitaríamos de una energía muy exótica, una energía “negativa”, que contrarrestara el efecto de la gravedad.

 

Documento encontrado en la habitación 3327 ¿Un esquema de agujero de gusano o el diseño de un nido de paloma?. ref.NewYorker3327-1943.22.3224.718a.

 

La segunda es que nunca podríamos viajar a un instante anterior a la construcción del agujero de gusano. Así que los guionistas de Terminator 5 tendrán que estrujarse las meninges si quieren resolver cómo diablos logra Skynet crear, hacer crecer y mantener un agujero de gusano (quizás recurran a un huevo kinder, y de paso logren algo de patrocinio), o cómo logra hacer viajar a los Terminators a un instante anterior a la creación de este y, lo que es más paradójico, con lo que cuesta crear y mantener un agujero de gusano, explicar por qué Skynet no centra tanto esfuerzo en matar a John Connor en su presente y punto.

 

John Connor, el quebradero de cabeza de SkyNet. ref.NewYorker3327-2006.223.334.78a.

 

 

Te he dicho mil veces que no viajéis al pasado

 

Y ahora que hablamos de paradojas, los Terminator son un auténtico muestrario de estas.

Acabamos de ver que la física actual no se opone, al menos en la teoría, a la posibilidad de realizar viajes en el tiempo (un punto para Tesla). Pero como el propio inventor  advierte a su yo del futuro, mientras los viajes hacia delante no ofrecen “excesivos” problemas conceptuales, la posibilidad de un hipotético viaje al pasado produce toda una suerte de paradojas que han llevado a más de un físico, y a algún que otro director de cine, a sufrir auténticos dolores de cabeza.

El problema reside en que, para la física clásica, el tiempo es como en una película, una sucesión de fotogramas donde cada uno precede al posterior; el pasado precede al futuro y todo efecto tiene una causa anterior. Así pues, cambiar el pasado implica forzosamente (desde el punto de vista de la física clásica) cambiar el futuro.

Basta recordar el destrozo temporal que provocan los turistas cazadores de dinosaurios de “El sonido del trueno” (basada en un magnífico cuento de Bradbury). De hecho, esta es la premisa en la que se basa Skynet para enviar sus Terminators al pasado para eliminar al molesto (en el futuro) John Connor, o en su defecto a la madre que lo parió.

Pero, ¿qué ocurre cuando cambiar el pasado entra en conflicto directo con el presente? Algunos habrán oído hablar de la paradoja del abuelo, que sostiene que si uno viaja al pasado y mata a su abuelo (por evitar matar a la madre, que es más violento aunque con un efecto parecido) antes de que este se case con su abuela, nuestro viajero jamás habría nacido, luego ¿cómo diablos está allí matando a su abuelo?

El viaje al pasado puede dar un juego de paradojas tan retorcido como en la que se ve envuelto Philip J. Fry, el protagonista de Futurama, que termina siendo ¡su propio abuelo! (aunque en este caso mejor no entrar en detalles).

 

Arbol genealógico de Philip J. Fry, el protagonista de Futurama. Sí, es su propio abuelo. ref.NewYorker3327-2009.22.324.73a.

 

 

¿Quién inventó la máquina del tiempo? ¿Fuiste tú o fui yo?

 

Pero esta no es la única paradoja temporal que aparece en la saga de los robots asesinos. En Terminator II se muestra que el origen de Skynet se encuentra en uno de los chips futuristas encontrado en los restos del primer Terminator (esta idea argumental la eliminan en la tercera parte, al igual que la calidad de la serie), es decir, un Terminator que fue construido ¡por el propio Skynet!

Esta es la llamada paradoja del conocimiento, o lo que es lo mismo: el conocimiento que se necesita para ingeniar un artefacto (en este caso el chip base de Skynet) ¡surge del propio artefacto!

 

Paradoja del conocimiento. ref.NewYorker3327-1950.22.343.78a.

 

 

Pero ¿qué haces? ¡me has disparado!

 

Llegado este punto, ¿se pueden evitar de alguna manera estas paradojas? Sea cual sea su naturaleza, todas ellas aparecen en el instante en el que el viajero del futuro interfiere con el pasado de tal manera que el futuro se ve comprometido. Por tanto, una opción para evitarlas sería que la naturaleza, de alguna manera, impidiera que nuestro turista temporal actuara sobre lo que le rodea.

Pero,¿cómo lograr esto?, ¿se quedaría mágicamente paralizado cada vez que intentara hacer algo?, ¿surgiría un Terminator de la nada para fulminar a todo aquel que pretendiera interferir en el pasado? Cualquiera de estas posibilidades va en contra de algunos principios fundamentales de la física, y de paso aniquilaría nuestra idea de libre albedrío.

Quizá los viajes al pasado plantean tales problemas que la propia naturaleza se oponga a ellos denodadamente. Esto es lo que Stephen hawking denomina la “conjetura de protección cronológica”.

 

Tesla intenta matar a Tesla. ¿Existe el libre albedrio? ref.NewYorker3327-1943.212.234.78a.

 

 

No son necesarios los mundos paralelos. ¿Seguro?

 

Pero no está todo perdido. Aún hay una posibilidad de seguir metiendo a Sarah Connors en problemas y sin temor a ir en contra de la física, gracias a un genial matemático llamado Hugh Everett III y a su interpretación de la física cuántica, la llamada interpretación “de los muchos mundos” o de los “mundos paralelos”.

Las paradojas temporales surgen de considerar el tiempo bajo la óptica de la física clásica, pero sabemos que esta física, aunque permite volar a los aviones y explica por qué gira la Tierra alrededor del Sol, no es la mejor representación de la naturaleza, y menos de la parte microscópica de esta.

 

Hugh Everett III, el padre del cantante de EELS y de la teoría de los mundos paralelos. ref.NewYorker3327-1961.22.4.178a.

 

En este reino de lo más pequeño gobierna la física cuántica, y lo hace con unas leyes aparentemente muy diferentes de las que rigen nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, para la física cuántica toda partícula (un electrón, un protón, etc.) se halla en una superposición de muchos estados posibles, cada uno con una probabilidad diferente. Es decir, la posición de la partícula en el espacio, su velocidad, su tiempo de desintegración, o cualquier otro parámetro observable puede a priori tener cualquier valor posible, cada uno acompañado de una probabilidad característica.

Para la física cuántica, el mundo microscópico es como una baraja de cartas: cada carta representa un estado posible pero no todas tienen igual probabilidad de salir. Cuando en un laboratorio se mide alguno de estos parámetros se obtiene un valor y solo uno de toda la plétora de valores posibles. Pero, ¿por qué uno y no otro? Parece que el observador, al medir, se quedara con una sola carta de la baraja y el resto se desvaneciera extrañamente. Esta cuestión atrajo multitud de interpretaciones de toda índole, pero la más revolucionara fue la que compuso la tesis doctoral de Hugh Everett.

 

La vida es como una… baraja de cartas

 

Everett se atrevió a lanzar una idea tachada por muchos de ciencia ficción: siguiendo con la analogía de la baraja ¿y si cada carta de la baraja representara una realidad diferente de la del resto?, es más, ¿y si cada una de estas realidades tuviera su propia copia del observador?

En este caso, dependiendo del universo o realidad en la que se encontrara cada observador a la hora de medir, solo obtendría el resultado propio de su universo, es decir, solo sacaría la carta de su realidad. Así pues, según esta interpretación existen infinidad de universos muy similares o muy diferentes entre sí, con diferentes copias de John Connors, Skynets y Terminators, o incluso vacío de todos ellos. Una suerte de Mundos de Coraline, donde cada universo se embarca en su propio futuro independientemente del resto.

 

Los viajes en el tiempo, ¿una puerta a otros mundos? ref.NewYorker3327-1999.212.234.78a.

 

Bajo esta visión de la realidad, viajar en el tiempo -ya sea al pasado o al futuro- implica pasar a otro universo paralelo y cualquier paradoja se desvanece. Si en un viaje al pasado mato a mi propio abuelo, no corro peligro alguno porque en dicho universo ¡nunca he nacido en el futuro! Tras una sufrida y muy atacada tesis, Hugh Everett abandonó sus ideas y se embarco en lides mas bélicas, ya que pasó a formar parte del Pentágono en plena época nuclear. Lo curioso es que en 1971 construyó un prototipo de máquina bayesiana, una suerte de máquina que “aprendía” de la experiencia y que podía tomar decisiones, y que fue utilizada por el Pentágono para su desarrollo de misiles balísticos; vamos, una suerte de pre-Skynet. Paradójico, ¿no?

A pesar de que terminó alcohólico y aquejado de una especie de autismo social, las ideas de Everett fueron creciendo hasta el punto de que hoy día son la base para disciplinas científicas tan “reales” como la computación cuántica. Quién sabe si estas mismas ideas nos permitirán viajar al pasado... en el futuro. Quién sabe si esto no lo logró ya Nikola Tesla.

 



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